La Bombonera vivió un termómetro vivo del ánimo popular. Desde temprano, el estadio reflejó el cansancio sostenido de una hinchada que atraviesa la peor racha sin victorias en la historia del club. 11 partidos sin ganar y la eliminación en Copa Argentina marcaron el pulso del preclásico: hubo cánticos en contra del plantel, reproches precisos y casi sin banderas institucionales en el ingreso.   Aplausos y silbidos convivieron con la lógica de un clásico exigente. Hubo gritos potentes a favor del equipo —“Esta tarde, cueste lo que cueste”—, pero también frases que retumbaban desde la tribuna: “A ver, a ver los jugadores si pueden oír”, o el icónico “Con la camiseta de Boca, matar o morir”. El mensaje estaba claro: no querían gestos, querían ganas.   Al confirmarse el empate, la explosión emocional fue inevitable. Un gol de última hora generó la reacción que buscaban muchos: alivio. El equipo se fue con algo parecido a una sonrisa; el público, con una tregua. El empate no solucionó la crisis, pero al menos la apagó por un rato.   En síntesis: La Bombonera jugó su propio partido. Fue clima condena en la previa, abrazo tibio en el final. Así funciona este estadio único, que exige y perdona con la misma pasión.       WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbAgwh3DeONCnOA33c40 X: www.x.com/zonadegol_ok