Pasaron diez años, pero el recuerdo sigue intacto. Era el 14 de mayo de 2015, cuando el mundo del fútbol se paralizó por un hecho que sacudió al Superclásico más caliente de la historia. El Panadero Napolitano, barra de Boca, arrojó gas pimienta a los jugadores de River cuando salían al segundo tiempo del partido de vuelta por los octavos de final de la Copa Libertadores. El duelo fue suspendido, Boca eliminado, y el escándalo dio la vuelta al mundo. Hoy, una década después, Napolitano reapareció con declaraciones que no pasaron desapercibidas: “No me arrepiento. Yo me inmolé por Boca”, afirmó. Su frase impacta y reabre heridas. En su momento, fue condenado a realizar tareas comunitarias y, desde 2019, tiene la posibilidad de volver a la Bombonera, aunque asegura que prefiere mantenerse al margen. Desde entonces, su vida cambió para siempre. Perdió el trabajo, sufrió el repudio social y quedó marcado para siempre. Pero su mirada no se modificó: sigue convencido de que lo hizo por su amor al club, más allá del castigo y las consecuencias. La Conmebol sancionó a Boca con la descalificación directa, un hecho sin precedentes que encendió la bronca en el mundo xeneize. En las tribunas, su apodo todavía resuena como un símbolo de esa noche negra. Muchos hinchas lo bancaron, otros lo condenaron. El Panadero no volvió a hablar públicamente desde aquella vez. Pero ahora, a diez años, decidió contar su versión. Sin filtro, sin remordimientos. En el corazón del hincha, el debate sigue: ¿héroe o villano?