Como se publico en Zona de Gol, un informe desde Uruguay (podés leer:¨ Uruguay: se cae el verso de las SAD, promesas rotas y clubes en ruina¨) demuestra que la experiencia internacional no deja dudas: donde desembarcaron las SAD, el fútbol se convirtió en un negocio para pocos y una pesadilla para muchos. Lo vimos en Uruguay, donde más de la mitad de los clubes profesionales adoptaron el modelo con la promesa de modernización, transparencia y capitales frescos. Lo que siguió fue un derrumbe institucional, con entidades endeudadas, sin rumbo deportivo y con hinchas movilizados por la desilusión. Rampla Juniors, Deportivo Maldonado, Juventud de Las Piedras o Atenas de San Carlos son solo algunos ejemplos de promesas incumplidas, planteles desmantelados y gerentes que desaparecieron con los balances en rojo. En Chile, Colo-Colo vivió una de sus peores crisis en 2020 bajo administración de Blanco y Negro S.A., empresa privada que priorizó dividendos por sobre la gloria deportiva. En España, históricos como el Deportivo La Coruña o el Málaga cayeron en desgracia bajo el mando de sociedades anónimas extranjeras que poco sabían del club y menos les importaba su historia. La lógica fue la misma en todos los casos: la camiseta dejó de representar una pasión para transformarse en una acción bursátil.                            La historia de Foster Gillet en el fútbol sudamericano es un catálogo de promesas rotas, negocios frustrados y clubes destruidos. En Estudiantes de La Plata, su desembarco fue avalado nada menos que por Sebastián Verón, quien ofició como puente directo para su ingreso y lo presentó como un “salvador” económico. (Leé: ¨Foster Gillett bajo fuego: del salvador de Estudiantes a investigado por lavado de dinero, de inversor estrella a lo peor que le pasó al Rampla Juniors en 111 años ¨). Pero todo terminó siendo un fraude institucional. Gillet no sólo *no cumplió con las inversiones comprometidas, sino que su gestión dejó al club en el centro de la polémica por operaciones opacas, como las frustradas incorporaciones de *Rodrigo Villagra y Valentín Gómez, que nunca se concretaron por irregularidades contractuales. Mientras tanto, Verón, lejos de asumir su responsabilidad, intentó despegarse del escándalo con silencios estratégicos.                               Hoy, Gillet enfrenta investigaciones por *lavado de dinero y ya es considerado en Uruguay como "lo peor que le pasó a Rampla Juniors en 111 años". El paso del empresario por Estudiantes fue un anticipo del desastre que podía venir si las SAD se instalaban: un modelo que despoja a los clubes de su identidad y los entrega al juego sucio del capital foráneo. (Leé también: ¨Rampla en llamas: pintadas contra Foster Gillett, Alonso y Tealdi tras el papelón histórico¨).                             Hoy, en Argentina, ese modelo busca meterse por la ventana. Algunos diputados oficialistas como Juliana Santillán y Sebastián Pareja, con el guiño de Javier Milei, impulsan el desembarco de capitales privados en los clubes. Lo hacen con un discurso seductor: inversión, profesionalismo, modernización. Pero los hinchas y dirigentes que conocen el paño saben lo que hay detrás: pérdida de identidad, desarraigo institucional y clubes usados como plataformas de lavado o especulación.                                      La AFA, con Pablo Toviggino como principal referente de resistencia, mantiene una postura firme: no a las SAD. Porque cuando los clubes pasan a ser gerenciados por empresas que sólo buscan ganancias, el fútbol muere. No es una frase hecha: en todos los países donde se impuso este modelo, la cultura de club fue arrasada. No hubo milagro económico ni transformación deportiva. Sólo balances manipulados, barras desplazadas por CEOs, y una pasión popular que terminó encerrada en una planilla de Excel. Aceptar las SAD en Argentina sería repetir una tragedia anunciada. Sería entregar los clubes a manos de fondos extranjeros que mañana compran y pasado mañana se van. Y sería borrar de un plumazo más de cien años de historia construida por hinchas, socios y trabajadores del fútbol. Porque si algo dejó en claro el informe uruguayo que publicamos en Zona de Gol, es que las SAD no salvan a los clubes: los vacían. En conclusión: El riesgo de abrirle la puerta a las SAD en nuestro país no es solo económico: es cultural, social e identitario. Si este modelo avanza, los clubes más chicos podrían desaparecer absorbidos por grupos inversores sin arraigo. Se perdería la representación barrial, el trabajo en inferiores, la contención social, el sentido de pertenencia que tiene un pibe cuando se prueba en el club de su barrio. Pasaríamos de formar jugadores a vender promesas como si fueran commodities. Y los socios, que son la base del sistema, quedarían relegados a meros espectadores, sin voz ni voto. En ese contexto, la figura de Pablo Toviggino emerge como un verdadero escudo institucional. Desde la mesa chica de AFA, Toviggino ha sido el más claro y contundente en su rechazo a las SAD. No solo por convicción dirigencial, sino porque entiende que el fútbol argentino no puede perder su esencia. Su defensa no es romántica: es política, económica y estratégica. Porque lo que está en juego no es sólo la propiedad de los clubes, sino el alma del deporte más popular del país. Toviggino sabe, como muchos en la calle también lo saben, que la historia de los clubes no se vende. Se defiende.                                A pesar que esta postura de defensa de los clubes que mantiene la AFA,  impulsada por Chiqui Tapia y Pablo Toviggino, los expone recurrentemente a ataques del presidente de la nación y funcionarios que presionan. Al ser consultados por Zona de Gol los directivos de AFA, sobre este tema y cuál será su postura futura. La respuesta fue contundente de parte de Pablo Toviggino.  El fútbol es más que intercambio y venta de jugadores o la comercialización de la señal de TV para los partidos. Es pasión, es el barrio, es cultura argentina, es pueblo y contención social y eso es lo que defenderemos hasta las últimas instancias. Por eso, ante el avance de los lobbistas disfrazados de modernizadores, la advertencia es clara: el experimento ya fracasó en Uruguay, España y Chile. No dejemos que lo ensayen con nuestro fútbol. Las SAD no vienen a salvar a nadie. Vienen a hacer negocio con lo único que no debería tener precio: la pasión de un pueblo.