Pasan los años, cambian los nombres, pero hay historias que no se olvidan. Boca vivió uno de sus capítulos más dolorosos en diciembre de 2007, cuando cayó 4-2 ante el Milan de Ancelotti en la final del Mundial de Clubes. Fue en Yokohama, con figuras de otro planeta del lado italiano y un equipo argentino que había llegado tocado, sin Riquelme y con varios pibes que sintieron el rigor europeo. Hoy, 18 años después, el destino los vuelve a cruzar. El Xeneize está otra vez en el Mundial de Clubes, y el DT que lo dirige es *Miguel Ángel Russo, el mismo que comandó aquella final fatídica. Del otro lado, podría estar **Carlo Ancelotti*, si el Real Madrid avanza en el torneo. La revancha no es directa, pero el morbo está servido. Aquel día que dolió El Boca campeón de América 2007 llegó a Japón con la ilusión de repetir la gesta de Bianchi. En semifinales despachó al Étoile du Sahel tunecino con gol de Neri Cardozo. Pero la final fue otra historia. Inzaghi abrió el marcador, empató Palacio, pero en el segundo tiempo llegaron los mazazos: Nesta, Kaká y otra vez Pippo pusieron el 4-1. El descuento fue un gol en contra de Ambrosini. Nada que celebrar. La imagen final fue la de un Boca superado, cansado y golpeado. Y de Russo, que dejó el cargo pocos días después. Algunos todavía creen que si Riquelme jugaba, era otra historia. El único que sigue en pie De ese equipo no queda nadie en cancha. Solo Russo sigue en el ruedo. Hoy, con más experiencia, con títulos encima y con una mochila pesada que quiere soltar. Para muchos en el club, este nuevo Mundial de Clubes es *la oportunidad de saldar una vieja deuda*. “Ese partido no se me borra más”, dijo el DT hace poco. No lo dice con rencor, sino con ganas de tener su segunda oportunidad. El fútbol, a veces, da revancha.   Boca, obsesionado con volver Este nuevo formato del Mundial lo vuelve más competitivo. Y en Boca lo saben. Russo tiene un plantel renovado, sin estrellas rutilantes, pero con hambre. Saben que si logran cruzarse con un europeo, la historia puede empezar a escribirse de otra forma. Russo lo sueña. Boca lo desea. Y la herida de 2007 todavía escuece.